Roger Chartier -historiador de la cultura escrita- retoma el verso de Quevedo "Escuchar a los muertos con los ojos" para sentar las bases de los estudios posteriores -de él y de los demás- sobre los libros y sus textos, una materia pendiente que se viene imponiendo a medida que se investiga sobre el presente de la cultura y sus relaciones con su pasado. Escuchar, supone una capacidad lingüística que nos coloca al interlocutor de forma presente -aunque esté muerto-, y lo escrito (su forma discursiva) es lo único "vivo" que nos queda de esta relación comunicativa anacrónica. La empresa parece harto compleja, pero no por eso imposible. Le pongo fichas a Chartier y su comunidad de investigadores. Porque pienso que una historización del libro y sus lecturas podrían ayudar a comprender y desmenuzar las relaciones de poder que se ejercen sobre los discursos, justamente, a través de los formatos que logran instituirse socialmente. Leer un texto en el objeto libro no provoca o dispara los mismos sentidos que leer en la tablet. Esto ya lo había anticipado Borges cuando nos advertía que una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto y más por la manera en que es leída. Las prácticas de lectura se determinan por la forma en que son presentados los textos, y el control que se den a esos soportes, de alguna forma también condicionarán en los próximos siglos el curso invisible de la construcción del conocimiento. Me parece que llegó el momento de los bibliotecarios, únicos capacitados para empezar a organizar la cultura escrita en un océano de información, algo más complicado de lo que suposo Ortega y Gasset (no contaba él con el ebook y la web). La libertad ahora no depende de cuántos libros se publiquen, sino cómo se empiezan a jerarquizar -desde qué supuestos políticos culturales- los millones de libros, entre innecesarios, necesarios, imprescindibles, supérfluos, porquerías, pasatiempos, y un largo etc. La empresa, sí, es faraónica. Mejor tarde que nunca. Por mi parte, hace tiempo que me tomo el trabajo de escudriñar ese hilo invisible que une los escritos con los libros, y me cuesta una enormidad hacer el papel de bibliotecario y lector. No porque no se puedan congeniar ambas posturas, sino porque esta sociedad está lejos de buscar la pertinencia propia de las recomendaciones bibliotecarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario