viernes, 17 de abril de 2020

El autoexterminio del capital



De Calímaco y Ovidio debemos la supervivencia del poco conocido mito de Erisictón. Este relato anticipaba la lógica capitalista, específicamente el estadio catabólico en que hoy está sumergido. Este mito griego presentaba al rey de Tesalia, Erisictón, como el arquetipo de la conducta desmesurada frente a la naturaleza, lo cual iba a tener una respuesta (venganza) de ella misma frente a semejante accionar. Erisictón había talado  un bosque sagrado y su castigo sería que el hambre insaciable se iba a adueñar de su espíritu. Nada lo iba a llenar, llegado hasta el punto que se comerá sus propios miembros por falta de comida. No solo anticipaba la lógica del valor, de la mercancía, sino también de la situación ecológica del capitalismo, que incapaz de detener su marcha de la producción por la producción misma comienza a gastar los pocos recursos que le quedan y comienza su autoexterminio. 

martes, 14 de abril de 2020

Haciéndose el Pierre Menard



Nuevo "viejo" disco de Divididos. El mollo juega a ser Pierre Menard, en este caso, reescribe su disco (40 dibujos ahí en el piso) después de 30 años sin cambiar los ritmos ni las letras, y logra otro disco. Magia, señores.


Borges y su militancia



En noviembre de 1921, Borges comenzaba su "militancia" literaria en las calles de Bs. As., las cuales fueron empapeladas con la precursora revista mural Prisma, siendo el propio Borges uno de sus empapeladores. En aquellos tiempos uno podía caminar y detenerse a leer sin intermediarios a poetas como a una de las proclamas literarias más famosas de la Argentina, la de los altruistas, que en realidad fue obra exclusiva de Borges. De allí proviene la idea de "desanquilosar el arte", práctica que aún sigue vigente.

Un ostranénie para la revolución rusa





Víktor Shklovski utilizó el término "ostranénie" (extrañamiento) para designar aquella intervención literaria que tenía la finalidad de desautomatizar la lectura en los destinatarios. Este procedimiento literario ofrecía el beneficio de garantizar al lector una nueva perspectiva sobre los objetos, lo cual evitaba caer en las redes de la naturalización de los modos de ver la realidad, y, por ende, estar alertas en las posibles subordinaciones a los procesos de alienación que operan en la cultura.
En otro orden de cosas, el gran historiador Marc Bloch dice algo parecido para leer la historia. Según él, no son los hijos los que entienden mejor lo que quisieron e hicieron sus padres; es decir, no son las generaciones inmediatamente sucesivas la que mejor comprenden los hechos históricos que fundaron sus bases. Es necesario, dice Bloch, cierto distanciamiento para que las generaciones se entiendan por encima de la herencia inmediata. La continuidad histórica no es uniforme y exige necesariamente una retirada, un alejamiento.
Dicho esto, y luego de años de empezar a estudiar e intentar comprender la historia de la Revolución Rusa, puedo afirmar sin miedo a exagerar que necesitamos un "ostranénie" historiográfico, para desautomatizar las lecturas y balances alienantes que viene haciendo la izquierda leninista y trotskista de aquel suceso trascendente.

Comprender las derrotas obreras.



Aquí Simone Weil, la filósofa francesa, hace su aporte a la comprensión de las continúas derrotas del movimiento obrero, que no siempre se pueden analizar con el clásico concepto de lucha de clases.
Desarraigo obrero
Una condición social entera y perpetuamente subordinada al dinero es la del asalariado, sobre todo a partir del momento en que el salario a destajo obliga a cada obrero a fijar en todo momento su atención en la cuenta de lo que gana. Bernanos ha escrito que al menos nuestros obreros no son inmigrados como los de Ford. La principal dificultad social de nuestra época procede del hecho de que en cierto sentido sí lo son. Aunque no se hayan movido geográficamente, se les ha desarraigado moralmente, se les ha exiliado y admitido de nuevo, como por tolerancia, a título de carne de trabajo. El paro es, de seguro, un desarraigo a la segunda potencia. Pues los desempleados no se sienten en casa en las fábricas ni en sus viviendas, ni tampoco en los partidos y sindicatos que se dicen hechos para ellos, ni en los lugares de placer, ni en la cultura intelectual cuando se proponen asimilarla […]
Las mezcla de ideas confusas y más o menos falsas conocida bajo el nombre de marxismo, mezcla en la que desde Marx no han participado prácticamente más que intelectuales burgueses mediocres, constituye asimismo para los obreros un aporte completamente extraño, inasimilable, y, por otro lado, despojado de valor nutritivo, pues se le ha vaciado de casi toda la verdad contenida en los escritos de Marx. A veces se le añada una vulgarización científica de calidad aun inferior. La suma de todo ello solo lleva al desarraigo de los obreros a su culminación.
El desarraigo constituye con mucho la enfermedad más peligrosa de las sociedades humanas, pues se multiplica por sí misma. Los seres desarraigados tienen solo dos comportamientos posibles: o caen en una inercia del alma equivalente a la muerte, como la mayoría de los esclavos en tiempos del Imperio romano, o se lanzan a una actividad tendente siempre a desarraigar, a menudo por los métodos más violentos, a quienes aún no lo están o solo lo están en parte.
Los romanos eran un puñado de fugitivos aglomerados artificialmente en una ciudad; hasta tal punto privaron a los pueblos mediterráneos de su vida propia, de su patria, de sus tradiciones y de su pasado que la posteridad los ha tomado, según sus propios testimonios, por los fundadores de la civilización de esos territorios. Los hebreos eran esclavos evadidos que exterminaron o redujeron a servidumbre a todos los pueblos de Palestina. Los alemanes, en el momento en que Hitler se adueñó de ellos, no eran más, como repetía Hitler sin cesar, que una nación de proletarios, esto es, de desarraigados; la humillación de 1918, la inflación, la industrialización a ultranza y sobre todo la extrema gravedad de la crisis de desempleo habían llevado en ellos la enfermedad moral al grado de agudeza que entraña la más absoluta irresponsabilidad. Los españoles e ingleses que a partir del siglo XVI masacraron o sojuzgaron a los pueblos de color eran aventureros sin apenas contacto con la vida profunda de su país. Lo mismo ocurre con una parte del imperio francés, constituido por otra parte en un periodo en que la vitalidad de la tradición francesa estaba debilitada. Quien está desarraigado desarraiga. Quien está arraigado no desarraiga.
Bajo el nombre único de revolución, y a menudo bajo consignas y temas de propaganda idénticos, se ocultan dos concepciones absolutamente opuestas. Una consiste en transformar la sociedad para que los obreros puedan echar raíces; la otra, en extender toda sociedad la enfermedad del desarraigo infligida a los obreros. Ni que decir tiene que la segunda operación jamás puede ser un preludio de la primera. Son direcciones opuestas, sin convergencia posible […]
Es fácil comprender que un día u otro el mal puede llegar a ser irreparable.

Le Orme




En un universo alterno al nuestro hay un sistema solar con dos planetas habitados. Aunque están íntimamente relacionados, cada uno ignora la existencia del otro, pues ocupan posiciones opuestas en la misma órbita, en un delicado equilibrio de opuestos. En medio de ambos, el Creador se ocupa del bienestar de un planeta, mientras le da la espalda al otro... este entramado es el eje de este extraordinario disco conceptual.


No vamos a un nuevo 2001, vamos al mayor desastre de la historia argentina.

Suenan todas las sirenas de alarma, todos saben que el país se va a prender fuego. Esto no va a ser un nuevo 2001, esta crisis va a ser exponencialmente superior a todas las vistas en el país.