jueves, 2 de abril de 2020

la gran obra de Spike Jonze



El director Spike Jonze explora un fenómeno inquietante, por lo menos para mí, que es el de la comunicación en tiempos ultratecnológicos. Caigo rendido ante su planteo. Se me hace difícil contestarle a Jonze desde la realidad a lo que desde la ficción me propone. El loco este logra sin errores argumentativos presentar a un sistema operativo (Samantha) tan humano, que hasta el propio Theodor (Joaquin Fenix) queda como un aparato. Samantha, encarnada en el ordenador, se enamorará de Theodor mientras su desarrollo computacional está en sus inicios, pero cuando su experiencia y aprendizaje (incluso amar es un aprendizaje) adquieran otros valores y profundidades, Theodor ya no podrá alcanzar la rapidez de lo que vive su amado ordenador ni tampoco podrá llenar su "corazón informático" que ya es inmenso y es capaz de amar a cientos de otros hombres. Qué le puedo decir a Jonze. Ha dado en la llaga de esta modernidad: los humanos no somos animales, porque pensamos, porque tenemos conciencia, pero todo ésto lo tenemos pura y exclusivamente gracias a la lengua que hemos alcanzado a perfeccionar. Sin ella no podríamos hacer casi nada, y menos amar. A diferencia del desenlace del film en que se insinúa la ayuda de Samantha para hacer madurar a Theodor, soy de los que piensa que la comunicación entre humanos e inteligencias artificiales, será otro obstáculo más para los solitarios del mundo de evolucionar, que cada día más llenan las inmensas ciudades.

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