jueves, 2 de abril de 2020

Roa Bastos



Roa Bastos es  uno  de los más grandes escritores que la crítica ha encajonado aparentemente sin explicación alguna. "Yo el supremo" es una obra -salvo alguna universidad europea o algún autodidacta- que no se lee, y menos para ser estudiada. El mismo pueblo paraguayo se declara culpable de tal omisión. Ni el filólogo, ni el sociólogo, ni el historiador, ni el político, ni psicólogo, ni el lingüístico ni el teórico literario acuden a una de las más desafiantes experiencias literarias que la región haya dado: "Yo el supremo". Siempre llamó la atención que Roa haya pasado desapercibido frente a otros escritores de menor envergadura. No creo que sea por su complejidad ni por su ideología. Más bien creo que la región siente un insoportable prurito de todo lo que llame la atención en el país mediterráneo. Para el mundo, el paraguay -y por extensión Roa- es un país olvidable, que solo aparece como noticia por su buena marihuana. No toda en la vida es por el azar, a veces tienen explicaciones racionales. En este caso, a la región siempre le interesó ningunear aquel país, porque allí se pueden reavivar las llamas de un fuego que no se ha extinguido, y que encuentra como responsables a esos mismos que hoy se olvidan de este genio de las letras.

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