No había tenido contacto con la prosa de Goytisolo hasta
hace una semana. Puedo asegurar que este contacto con el escritor ha sellado mi
vínculo con su poética. Más cuando comparte el terreno de la crítica hacia los
académicos y cuando levanta la lengua como punta de lanza:
“En cafés y tertulias, cotarros y peñas los literatos
mantienen viva la llama de la fulgente antorcha, generacional: hijos, nietos,
bisnietos, tataranietos del 98, bardos de la inamovible flora esteparia, de la
hispánica esencia a prueba de milenios: estatuas todavía sin pedestal, pero ya
con la mímica y el desplante taurómacos, con el genio y figura austeros del
senequismo: ascendiendo pacientemente por el laurífero escalafón, vertiendo a
raudales su simpático don gentes: si me citas te cito, se me alabas te alabo,
si me lees te leo: original y castizo sistema crítico fundado en la tribal,
primitiva economía de trueque!: poetas, narradores, dramaturgos al acecho del
planetario premio, de alcaponesca beca!: trenzándose, entre tanto, unos a
otros, floridas guirnaldas, prodigándose henchidos elogios, redactando sonoros
panegíricos: fuera de tono, inauténticos siempre excepto cuando recíproca,
airadamente se combaten: vieja retenida saña que generosamente se derrama sobre
el autlaw y el ausente!: inmortal mala leche española, única realidad vuestra!”
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