jueves, 2 de abril de 2020

El lago que no es mar ni tampoco lago, es desierto.



La revolución que se anime a triunfar tendrá además que enfrentar a otro enemigo -no esperado por la mayoría- quizás peor que el de clase: la reacción de la naturaleza. La vieja URSS, ya estalinista, con la idea de lograr la independencia económica no dudó en secar el cuarto lago más grande de la tierra (El Mar de Aral) para aumentar la bestial producción de algodón. Este es el límite de las revoluciones, ya no es suficiente expropiar incluso a todas las multinacionales del mundo, porque los trabajadores en el poder no harán algo distinto con las fábricas ya que continuarán con la transición y pondrán en marcha todavía el aparato productivo y la verdad que no tenemos tiempo para semejante pérdida de recursos. Es necesario que vayamos pensando a nivel mundial cómo hablarles a las masas para que entiendan que no tenemos que crecer, sino que tenemos que decrecer, sin que esto signifique algo terrible para el individuo. Será incluso más difícil que lograr que salga a luchar por su libertad.


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