domingo, 5 de abril de 2020

el discurso fúnebre de Pericles



Tucídides reconstruye el discurso fúnebre de Pericles que había dado en el cementerio de Atenas en recordatorio de los caídos en la guerra contra Esparta. Me habían hablado de la notable capacidad retórica de aquel discurso famoso, como también de su fundante visión democrática de la ciudadanía. Pero hay algo más por la que habría que reivindicar dicho discurso, y es por su valor libertario. Pericles propone de alguna forma la distinción entre "gobierno" y "administración", con lo cual permite plantear un equilibrio entre comunidad e individuo. Es así que para él todos los atenienses son capaces de auto-administrarse y de ahí su derecho a reclamar soberanía inmediata sobre los asuntos públicos. Esta forma de pensar políticamente libertaria cobra una trascendencia a partir del momento en que nos sentamos a discutir cómo las revoluciones históricas pensaron y actuaron sobre este problema que emerge sobre estos asuntos: qué hacer con el Estado. Éste ha borrado históricamente la distinción entre gobierno y administración, dando paso a su consagración como un patrón absoluto de las sociedades. Esa confusión ha hecho tanto daño que hoy mismo nos cuesta pensar una sociedad sin Estado. Ni el régimen soviético pudo escapar de sus redes, y que con el fundamento (pretexto) de la contrarrevolución anuló como nunca antes la libertad individual de millones de rusos, que pasaron a ser meros soportes de los actos de gobierno y de las actividades administrativas. Esa absorción que hizo y hace históricamente el Estado de las funciones sociales le permite reordenar la vida social física y psicológicamente, de ahí que nos sintamos derrotados y creamos que el Estado sea supuestamente un principio organizador ineludible. Por esta razón, quizás, todos los intentos revolucionarios de combatir el capitalismo no tuvieron el éxito que buscaban, porque no solo había que demoler el Estado, sino que había que demoler la sociedad que se acostumbró a rendirle pleitesía. Hay que hacerle caso a Pericles, hay que seguir buscando una democracia directa en la que la administración social nunca quede bajo un gobierno, porque de ser así los efectos corrosivos que imprime el Estado, sea de derecha o izquierda, se perpetuarán a pesar de nuestros lamentos.

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