Barthes le dedicó un libro (El grado cero de la escritura) a la historia de la escritura. Pero especialmente a ese desgarramiento de la conciencia burguesa que colocó a la literatura en un problema permanente hasta la actualidad. Por mi parte, me puedo reivindicar Hebertista, pero sólo por mis groserías en la escritura que intentan romper el cerco modal.
"Jacques-René Hébert jamás comenzaba un número del Pêre Duchêne sin poner algunos “¡mierda!” o algunos “¡carajo”. Esas groserías no significaban nada, pero señalaban. ¿Qué? Una situación revolucionaria. He aquí el ejemplo de una escritura cuya función ya no es sólo comunicar o expresar, sino imponer un más allá del lenguaje que es a la vez la historia y la posición que se tome frente a ella. No hay lenguaje escrito sin ostentación, y lo que es cierto del Pêre Duchêne lo es también de la literatura".
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