En "El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos" uno puede deleitarse de las impresionantes tomas de movimiento que se logra con la digitalización. La historia, cansina por momentos -el libro de Tolkien no daba para tanto- toma poderosa fuerza con algunos momentos simbólicos que adornan la película. Uno de esos momentos es cuando la Montaña Solitaria se convierte en una especie de banco mundial, al que todos ( horcos, enanos, elfos, hombres y magos) quieren acudir para controlarlo, para bien o para mal. Unos quieren el bien común; otros, el personal. La muerte del dragón Smaug habré la posibilidad del fin del feudalismo en la tierra media tolkiana. El oro ahora podrá seguir los patrones de maldad de las personas y sus ejércitos, y ya no la ambición inútil de un dragón, que encima se dormía con todo el oro del mundo. Es más bien una película de la guerra. Y también de la paz. Cómo será que después de dos horas de filmación las únicas palabras rescatables son las dadas por el rey enano Thorin, quien haciendo el papel de ambicioso banquero (interesante unión de palabras que una redunda en la otra) de esa montaña llena de oro le dice a Bilbo que si la gente valorara más su vida hogareña y los libros, podrían encontrar a eso que llaman felicidad. Esto último, es para mí la mayor fantasía de la peli: que un banquero, en este caso de las tierras medias tolkianas, deje la ambición para pensar en la felicidad de los otros.
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