miércoles, 1 de abril de 2020

La felicidad de no pertenecer a los chetos


Año 1990, en plena formación secundaria (en un colegio industrial de La Plata) los pibes como yo, de barrios profundos, soñábamos tener una bandita en el fondo de casa, como lo lograron Ciro y su banda. De estos momentos surge mi inquietud por la guitarra, instrumento que llega a mis manos después de meses de changas de albañilería (una marmolada que era pura pinta pero de muy poca calidad) y mis primeros intentos autodidácticos para aprender a ejecutarla (ni siquiera estaba el sueño de poder pagarme el estudio particular con la crisis en puerta). Por ese entonces nos bombardeaban con las nuevas tecnologías para el hogar y los CD reemplazaban masivamente al LP y al cassette, por lo que por efecto mariposa llega a mi casa el primer CD de Attaque77 y sus esperados sonidos de alta definición. Un adolescente no podía escapar a los envolventes sueños de la música y su poder avasallador y la novedosa parafernalia propagandística sin precedentes , y los que vivimos aquellos tiempos sabemos que la música siempre tendrá ese poder, pero las influencias no siempre tendrán las mismas conceptualizaciones y gravedades existenciales. Hoy vuelvo a escuchar "hacelo por mí" y empiezo a buscar la guitarra olvidada en el cuarto; aunque han pasado 30 años todavía vibro con el punk rock y la felicidad de no pertenecer a los chetos.



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